“Yo no tengo nada. En serio. Yo no recibo ningún beneficio (por haber trabajado más de 30 años en la fábrica de níquel). El único beneficio que actualmente recibo es que de vez en cuando se acuerdan de ti, en determinadas fechas… en una decoración de ellos, te dan algo de comer. Un poquito de picadillo, de frijoles, de arroz. Como para hacer creer que nos atienden todavía. No hay realmente atención ninguna. Me he dado cuenta de que con mi jubilación gano entre 10 y 12 dólares mensuales si lo contamos en un valor real. Mi salario es este. A mí me pagan ahora 1578 pesos de pensión. Pero para compararlo con algo… no se puede comparar con algo de valor…. Es una mano de plátanos burros. No da para comprar frijoles, ni carne, ni nada de eso. Es una miseria total.”
“Las condiciones del trabajador… (son) pésimas. Es decir… ellos dicen que te protegen… con una camisa y un pantalón. Eso es todo y no es porque te aman. Cuando te sueltan, te abandonan. Todo el que se jubila es un mendigo. Te conviertes en una persona que a ellos no les interesa. Todo pasa por los intereses que ellos buscaron de ti, te sacaron el jugo, te reprimieron y como viejo te tiran.”
“El período de recomendación incluía tu formación académica, política y social… Si eras una persona de dudosa categoría para ellos, no te daban empleo. O si te daban empleo, te daban un empleo más simple, rústico. Siempre bajo la tutela y la observancia del Partido Comunista, de la gente de sindicatos, de la propia administración que era también escogida. Tenían que ser militantes del partido para ostentar cargos de dirección. Todas estas cosas formaban un aparato, una amalgama de condiciones. Ellos como que te iban formando, te iban dando la vida acorde con que tú ibas asimilando. Y claro, yo tuve que asimilar eso, no sincero y consciente como una persona que sabía con profundidad lo que hacía, sino para buscarme la vida. Había contraído matrimonio, tenía cuatro niños. Tenía la posibilidad de calificarme allí. No tenía otro oficio, no tenía otra formación. No tenía arraigo en un comercio o un negocio. Simplemente me convirtieron en un peón de ellos para hacer lo que hubiera que hacer. Dentro de eso ellos te van dando un conocimiento ideológico. Tienes que ser confiable ideológicamente. Si no, allí no llegas a ningún lado. Puede ser que te den un trabajito, pero no escalas. No puedes escalar las distintas categorías para ser una persona calificada de alto conocimiento de la tecnología que fue lo que iba adquiriendo aquí. Pero esto después fue enseñando sus verdaderas intenciones y objetivos. Y llega un momento que… ya son cosas que se salen de la voluntad de la persona, pero uno también va aprendiendo. Yo tuve que aprender sobre el comunismo, sobre el comunismo científico, pasé un curso, me hicieron un militante del partido. Pasé por todo el proceso. Llega un momento que te enredas en la telaraña y después no tienes cómo salir. Y si sales lo que hacen es que te expulsan de la fábrica. Y eso me hicieron a mí.”
Una vez enredado en la telaraña no tienes cómo salir.
Rolando Manuel Rodríguez Azahares viene de una familia cuya relación con el proceso revolucionario en Cuba tiene varias dimensiones. Él mismo llegó a tener bastante éxito como trabajador de la famosa fábrica de níquel en Moa, uno de los pilares de la economía del país caribeño. Empezó como un ayudante y durante casi cuatro décadas iba subiendo la jerarquía de la empresa hasta llegar a ejercer el cargo del jefe del taller de instrumentalización. Mientras tanto se convirtió en un militante del Partido Comunista de Cuba y fue también dirigente de la Comisión de la Defensa de la Revolución. Sin embargo, finalmente llegó a la conclusión de que el sistema cubano no se importa de la población y hoy en día no pertenece entre los que apoyan al régimen. Sobrevive gracias a las remesas que le mandan sus familiares del exterior. Uno de sus hermanos, Ramón Rodríguez Azahares, fue un constructor destacado que contribuyó en la construcción de varios proyectos tanto civiles como industriales hasta convertirse en un opositor debido a la represión que sufrió su hijo, feroz crítico del régimen cubano, Néstor Rodríguez Lobaina.
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