"En el exilio, imagínate… primero yo no estaba acostumbrada a estar en las calles, a estar con otras personas. Esos primeros meses fueron difíciles porque yo llegué aquí el 10 de febrero de 1996 y entonces cuando aquello se estaba gestando en Cuba (el Concilio Cubano) y empecé a relacionarme con las diferentes organizaciones de exilio. Y era precisamente el 24 de febrero cuando se estaba reuniendo el Concilio Cubano y no se sabía lo que estaba pasando, pero había mucha tensión entre todo el mundo y yo como que no entendía mucho aquello porque llevaba sólo catorce días aquí. Y en eso llegó la noticia del derribo de los cuatro pilotos de los Hermanos al Rescate. Aquello fue un impacto muy grande para mí. Es una vivencia que no se me va a borrar fácilmente porque todos estábamos así como a la expectativa y de pronto entonces llorando, gritando, haciendo tantas cosas al mismo tiempo por el dolor de haber perdido a cuatro personas, a cuatro hermanos de nosotros, hijos de esta comunidad. Casi todos habían nacido aquí, sólo uno había venido de Cuba y lo único que estaban haciendo era salvando vidas. Y es muy cruel pensar que una persona por salvar vidas ajenas de personas que ni conocía perdiera la suya".
"Esos cuatro años de la prisión fueron muy difíciles, porque todo era… Bueno, la convivencia es lo más difícil siempre, allí las luces sí las apagaban de noche (a diferencia de la celda en la que estaba en Villa Marista donde la interrogaban), pero no había agua potable. El agua, cuando la ponían una vez al día, había que envasarla. Muchas veces salía como color ladrillo, entonces había que esperar que se asentara el fango y la tierra en el fondo, y sacarlo para que fuera un poquito más limpia. Por supuesto, los parásitos no se nos quitaban. Había que bañarse con agua fría recogida en un tanque —en una cubeta— y bañarse con un jarrito. Era todo así muy difícil. Cuando lavábamos la ropa tenía que ser también a mano en una cubeta y ponerlo en una soga pegada a la pared. Los baños no eran baños sino un hueco en el piso. Por ese hueco salían ratones, salía cualquier animal. Era así, todo bien surrealista, difícil y tétrico".
"(Vivir tantos años fuera del país) es difícil porque a veces nos coge la nostalgia. Y aunque aquí en Miami hay muchos cubanos y hemos podido recrear muchas cosas de Cuba siempre hay algo que se queda. Hay algo que falta, por lo que uno se siente como si no tuviera raíz, como que no pertenece a este lugar. Es difícil… no sé, es difícil de explicar porque he vivido muchos años aquí, pero uno siente como que le falta algo siempre, como que este no es mi lugar. Yo amo Miami y me encantaría seguir viviendo aquí, pero de verdad que uno siente como que necesita estar, volver a los lugares donde uno creció. Eso es algo que… yo entiendo que la gente ahora va, muchos cubanos van y yo los entiendo porque yo también quisiera ir, Pero yo quiero ir a una Cuba libre. Yo sé que Cuba cada día se parece menos a lo que fue, pero aún así yo quisiera volver adonde nací. Creo que eso es una necesidad de todos".
Carmen Julia Mustelier nació el primero de diciembre de 1964 en la provincia de Matanzas. Más tarde, la familia se trasladó a La Habana. Su familia no estaba de acuerdo con el rumbo comunista que tomó la Revolución de Fidel Castro. Para ella, eso implicó dificultades ya en los tiempos de la escuela, ya que por no pertenecer a la organización de los Pioneros sufría discriminación. El deseo de hacer algo para cambiar la situación en Cuba la llevó a integrarse en la organización Libertad e Independencia para Cuba. Sus actividades consistían en recopilar información sobre el maltrato a los presos políticos en Cuba. A causa de ello fue encarcelada en 1992 en la prisión de Villa Marista, donde pasó 83 días en una celda tapiada. Las condiciones terribles de calor y luz constante en su celda solo se interrumpían a la hora de los interrogatorios. Carmen Julia Mustelier fue juzgada en un proceso que le dictaminó una sentencia de nueve años de prisión que debió cumplir en la cárcel Manto Negro. Allí soportó la convivencia con varias presas muy peligrosas, entre las que había asesinas. En la prisión Carmen Julia se dedicó a la promoción de la fe cristiana. Después de cuatro años de presidio fue liberada gracias a la presión internacional, que se logró por la participación del entonces senador de Nuevo México, Bill Richardson. Carmen Julia Mustelier pudo exiliarse a Estados Unidos, adonde posteriormente logró llevar también a algunos de sus familiares de Cuba. Participó en reuniones sobre mecanismos internacionales para la protección de Derechos Humanos denunciando los crímenes del régimen cubano y contando su historia personal.
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