“Cuando yo estuve preso en La Cabaña, primero en La Cabaña, fue realmente muy poco tiempo, pero lo suficiente para ver algunas cosas atroces, como por ejemplo... un preso que fusilaron y su mujer... no se lo dijeron a su esposa... y su mujer fue a verlo el fin de semana siguiente. Y el guardia le gritó: ‘A ese gusano lo matamos hace unos días. Si quieres un macho, tendrás que buscarte otro.’ La pobre mujer se desmayó. No estaba preparada para una cosa como esa.”
“Corté el barrote, pero yo no tenía fuerza, estaba muy flaquito, no tenía fuerza para doblarlo, entonces le pedí a un campesino que era muy fuerte que lo doblara. Y el campesino fue y dobló el barrote y bajé yo, junto conmigo se escapó Rafael Jerada, otro preso que había estado alzado en el Escambray como un campesino que yo no tenía duda de que era una persona que estaba de nuestra parte. ¿Por qué no tenía duda? Porque había llegado con un balazo en una mano y… lleno de gusanos la mano y casi podrida, y le habíamos curado la mano con salfumán que es un desinfectante ese del piso. Y aquello… el sacrificio a que estaba dispuesto un espía nunca llega a ese extremo, así que me ofrecía todas las garantías de que era una persona honorable. Rafael y yo nos fuimos, inmediatamente el guardia se dio cuenta, pero el guardia tenía que salir al patio donde nosotros estábamos saltando y eso le tomó unos segundos, que fueron suficientes para que nosotros corriéramos a una velocidad extraordinaria, que no era una velocidad de valentía sino la velocidad del miedo, que es mucho más poderosa que la velocidad de valentía. El miedo que teníamos era, como decía Jerada, que era muy gracioso, decía: ‘Teníamos más miedo que cien monjas’.”
“Ya yo había visto cómo desapareció el autoritarismo en España, me faltaba por ver cómo desaparecía el comunismo en Europa del Este y en la Unión Soviética, y la clave estuvo en Yakovlev, y estuvo en Gorbachov. En aquella conversación con Yakovlev, yo me acuerdo que después de explicarme la cantidad de gestiones que habían hecho y las reformas que habían emprendido, cómo todo había fracasado… y yo le pregunté al final de la conversación que duró varias horas: “¿Pero señor Yakovlev, y qué pasó, por qué no pudieron funcionar las reformas”? Y me dijo: “Bueno, porque averiguamos, porque entendimos al final de todo, que realmente el comunismo no se adapta a la naturaleza humana”. Y eso es verdad. El comunismo es una construcción artificial de unos hombres que no existen. Por eso tienen que fabricar los hombres nuevos, que nunca los fabrican porque lo que hacen es matar a los hombres viejos pero nunca construyen hombres nuevos porque eso no existe y se aleja mucho de la naturaleza humana y por lo tanto fracasa. Lo que es triste es que haya costado cien millones de muertos averiguar algo que era bastante obvio.”
“Esto fue en diciembre, el 28, cuando caímos presos. El día 3 o 4 de enero nos juzgan y nos condenan a 20 años de cárcel, en un juicio que fue una broma. Las sentencias venían hechas ya por el Ministerio del Interior, el tribunal podría hasta dormirse, como uno de los jueces que nos juzgó, estaba medio dormido y no importaba porque ya venían hechas las sentencias. Pero como yo tenía 17 años, y la ley… todavía existía la ley anterior… la ley decía que no se podía fusilar a los menores de 18 años, y que los menores de 18 años debían cumplir sus condenas hasta los 18 años en una cárcel de menores. Y fue allí… donde a los otros tres que tenían más de 18 años les condenaron a presidio… a uno le asesinaron, a Alfredo Carril le asesinaron en la Isla de Pinos, los otros dos cumplieron 20 años de cárcel. En fin, fue terrible. Y a mí me colocaron en la cárcel que se llamaba Piti Fajardo en ese momento, pero que había sido la cárcel de Torrens, una cárcel de presos políticos menores, donde el menor de los presos políticos tenía 11 años de edad. ¿Por qué estaba preso un niño de 11 años? Bueno, porque a ese niño le habían fusilado a su padre y había decidido quemar cañaverales. Decían que era un pirómano. No era un pirómano, era un niño indignado porque le habían matado a su papá.”
Carlos Alberto Montaner nació el 3 de abril de 1943. Su padre trabajaba como periodista y su madre era maestra. El joven Carlos iba a una escuela privada y notaba que en la casa de su familia se reunían de vez en cuando personas importantes, ya que su padre participaba en la vida política del país. Se casó a los 16 años y al principio simpatizaba con la Revolución. Sin embargo, muy pronto se enteró de la orientación comunista de Fidel Castro y empezó a formar parte del grupo Rescate Revolucionario, que se oponía a tal política. Precisamente por estas actividades fue detenido y condenado a 20 años de prisión. No obstante, ya que tenía solo 17 años, le pusieron en una cárcel de presos políticos menores. Con la ayuda de otros compañeros logró escapar de allí y se refugió en la Embajada de Honduras, donde permaneció desde marzo hasta septiembre de 1961 junto con otras 150 personas. Una vez rotas las relaciones diplomáticas entre Honduras y Cuba después de la Invasión de Bahía de Cochinos, los asilados pasaron a estar bajo la protección de Venezuela. Después de unos seis meses se fue a Estados Unidos, donde se reunió con su familia y empezó a estudiar literatura hispanoamericana en la Universidad de Miami. Acabados sus estudios, se fue a enseñar literatura a la Universidad de Puerto Rico, donde consiguió una beca de doctorado en Madrid. En España fundó una editorial y empezó a dedicarse a la escritura. Publicó varios libros y después de la caída del régimen franquista en 1975 se incorporó al movimiento liberal y fundó el Partido Liberal Cubano. Cuando comprendió que el cambio en Cuba todavía no era posible, volvió a la vida intelectual: era corresponsal de varios periódicos importantes de todo el mundo, escribía columnas, comentaba acerca de los asuntos latinoamericanos y publicaba libros. Actualmente reside en estados Unidos y trabaja en la CNN en español. Tiene un hijo y una hija.
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