“Mira, cuando yo me fui de Cuba, me fui porque… primero por una parte ya me empezaban a presionar, porque esto siempre pasa… desde que estaba en la Asociación Hermanos Saíz. Por ejemplo hay dos ejemplos que para mí son muy evidentes. Uno – me llamó el presidente de la Asociación Hermanos Saíz. ‘¿Qué tú estás hablando por el teléfono?’ Le dije: ‘Bueno, lo que yo hablo por teléfono, no sé cuál es el problema.’ Me dijo: ‘Ten cuidado con lo que tú hablas por teléfono que ya vinieron a reportarme aquí que tú estás hablando por el teléfono lo que no deberías hablar.’ O sea, mi teléfono estaba tomado. Allí me enteré gracias al presidente de la Asociación. Fue muy cordial conmigo y me lo dijo. Ese es un evento. Y el otro fue cuando Fernando Rojas me llamó para que yo saboteara un grupo… nos reuníamos en un parque en Vedado. Nos reuníamos en un parque de Vedado los viernes un grupo de personas entre las que estaba Tato Quiñones y una vez el viceministro de Cultura Fernando Rojas me llamó para decirme que por favor los convenciera que no hiciéramos más eso allí.”
“Las eventuales rutas de escape que pueden existir en un sistema cerrado como este siempre son rutas de escape completamente trágicas, o sea, que no se puede escapar a otro lugar, se escapa siempre a la muerte, de ese nivel de control y de ese nivel de horror que es el totalitarismo y el la dictadura y lo que el comunismo crea. Entonces claro, allí la ruta de escape era que la gente pudiera simplemente agarrarse una balsa e irse. En un momento en que no había nada para construir una buena balsa. Entonces todo aquello… la gente desarmando a sus camiones para agarrar las gomas y ponerles encima lo que pusieran y lanzarse al mar… La cantidad de gente que murieron en el mar nunca sabremos. Es simplemente un dato que no podremos tener nunca más. Hubo familias que se perdieron, no solo un miembro sino todas las familias, que nunca más pudieron ser familias funcionales a partir de esa vía de escape que el Gobierno creó en 1994. Para mí es uno de los mejores ejemplos de la naturaleza trágica de lo que es un régimen como el cubano. Muy trágico. No puedes escapar.”
“Cuando yo estaba todavía en la Lenin, recuerdo que se hizo esta cosa que se llama la marcha de las antorchas, que es una locura, porque hay un montón de gente y claro, después me enteré, cuando trabajé de cerca de alguien que me empezó a contar un poco sobre estas historias de dónde venían estas cosas que también requieren los regímenes totalitarios que son estas imágenes masivas, estas imágenes que solo existen cuando se ven de arriba, estas vistas panorámicas son importantes en este tipo de regímenes. Las usó Hitler, las usó Stalin, es muy importante. Lo de las antorchas era eso. Claro que Fidel les dio, porque dijo: ‘Ah, es un espectáculo, todo el mundo con las antorchas, lo que se veía era ese mar de antorchas. A mí me tocó una vez que salimos de la Lenin, eramos como 5 mil personas cada vez que había un evento de este tipo. Recuerdo estar allí, con mi lata con luz brillante prendida y el olor así del combustible… terrible estar allí. Y de pronto alguien empezó… no sé si te acuerdas…había por ejemplo el secretario de la Juventud Robertico Robaina que hizo famoso el grito ‘Él que no salte es yanqui’ y entonces empezó a saltar todo el mundo con aquellas latas con combustible y yo tuve una… no fue nada político… fue una sensación de estar en una película absurda donde todo el mundo estaba haciendo una cosa muy loca y que ni siquiera se estaba dando cuenta que lo que estaba haciendo era muy loco. Y era verdaderamente muy loco, porque en un momento si se cae un pedazo de tela o eso y alguien se puede quemar aquí. No tenía ningún sentido. Y eso era como el primer recuerdo que yo tengo de haberme dado cuenta de eso. No de que la política estaba mal, sino de estar en una mala película, en un ambiente de droga, de LSD.”
“Recuerdo mucho que… y claro quizás tiene que ver con lo de yo crecer en los años 80 y cuando miramos a los 80 nos parece como una especie de etapa mítica cuando Cuba estaba bien… Hemos hablado de eso muchas veces entre amigos. Obviamente Cuba nunca estuvo bien, porque el bien este era un poco de jamonada y las otras cosas de comer, pero comparado con lo que vino después era como un paraíso. Por lo menos había un poco de comida. Entonces, creo que era una época en la que estaban muchísimas cosas al nivel de represión en el campo de cultura, hubo procesos de represión muy grande, pero nada que yo entonces supiera. Yo crecí siendo una niñita pionera y esto de “seremos como el Che”… Recuerdo que como a los 12 años tenía la obsesión de que lo que yo quería hacer en la vida era reportera de guerra, porque tenía eso de que era como una cosa heróica reportar la lucha de los pueblos.”
La vida humana tiene una dignidad propia que no puede ser supeditada a ningún proyecto por más humanista que se presente
Hilda del Carmen Landrove Torres nació en 1975 en Guanabacoa en La Habana. Posteriormente, la familia se fue a vivir a otro reparto habanero llamado Regla. Su padre era marino mercante y Hilda recuerda que los vecinos del barrio los consideraban como una especie de élite. Entre otras cosas porque tenían el primer televisor en la cuadra. Hilda creció en medio de la propaganda castrista y uno de sus deseos principales fue convertirse un una reportera de guerra. Che Guevara y Camilo Cienfuegos eran sus figuras favoritas. Acabados los estudios en la Escuela de Música ingresó en la mítica Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin. Allí fue donde empezó a darse cuenta de lo irracional que era el sistema en el que vivían los cubanos. Esto culminó cuando trabajó de maestra. Se negaba a cumplir con los requisitos de las autoridades sobre los números de alumnos que había que aprobar y al final dejó esta profesión por completo. Posteriormente trabajó en la Asociación Hermanos Saíz. Sus tareas consistían en la organización de los eventos y en la comunicación con las autoridades. Allí empezó a tener contacto con las llamadas zonas grises en las cuales los artistas y la sociedad civil funcionaban de alguna manera. Sin embargo, se iba dando cuenta de que estos espacios no podía permanecer activos durante mucho tiempo debido a las represiones. Ella misma vivió el abuso cuando se enteró de que su teléfono estaba tomado. Recibía también pedidos de cancelamientos de eventos directamente del Ministerio de Cultura. Hace 13 años emigró a México, donde actualmente reside y estudia doctorado en Antropología. Promueve el diálogo sobre el futuro de Cuba y sigue participando en los debates sobre el presente y el futuro de la isla.
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