Následující text není historickou studií. Jedná se o převyprávění pamětníkových životních osudů na základě jeho vzpomínek zaznamenaných v rozhovoru. Vyprávění zpracovali externí spolupracovníci Paměti národa. V některých případech jsou při zpracování medailonu využity materiály zpřístupněné Archivem bezpečnostních složek (ABS), Státními okresními archivy (SOA), Národním archivem (NA), či jinými institucemi. Užíváme je pouze jako doplněk pamětníkova svědectví. Citované strany svazků jsou uloženy v sekci Dodatečné materiály.
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En ningún momento he pensado en simplemente ignorar esta parte de mi historia
nació el 23 de marzo de 1948 en La Habana, en una familia de clase media alta.
con tan solo unos doce años se unió a la lucha contra el Gobierno de Fidel Castro debido a la influencia recibida en el Colegio Católico Hermanos Maristas.
de niño repartía propaganda anticastrista y participaba en actos de sabotaje.
salió de Cuba en un buque de carga en el marco de la Operación Peter Pan a sus trece años.
al mudarse a Florida, pese a su temprana edad, empezó a trabajar para ganarse la vida y posteriormente se graduó.
tuvo mucho éxito como empresario. Ello le permitió retirarse y empezar a dedicarse por entero a la vida académica.
hoy forma a jóvenes disidentes cubanos y publica sus reflexiones sobre el pasado y el porvenir de Cuba.
José Azel nació el 23 de marzo de 1948 en La Habana en una familia de clase media alta. Su madre era maestra y murió de cáncer en 1958. Su padre trabajaba de abogado y siempre quiso quedarse en Cuba. De ahí que una vez exiliado en Estados Unidos, José más nunca tuvo la oportunidad de volver a verlo. “Mi padre era muy inteligente, era abogado, tenía mucha experiencia práctica. Yo creo que él se dio cuenta muy rápidamente de lo que estaba pasando”. Tenía dos hermanos mayores junto a quienes empezó su nueva vida en Estados Unidos después de abandonar Cuba.
A pesar de que tenía tan solo diez años cuando triunfó la Revolución, José se involucró en la lucha clandestina contra el régimen recién establecido desde muy temprana edad. Fue principalmente gracias a sus profesores en el Colegio Católico Hermanos Maristas. “Algunos de los Hermanos que eran nuestros profesores habían luchado en la Guerra Civil en España. Es decir, tenían alguna idea de cómo comienza el comunismo y qué es lo que hace y cómo penetra. Aunque en aquel momento yo tendría quizás doce años, me uní inmediatamente al clandestinaje y empecé a conspirar contra el Gobierno de los hermanos Castro”. Además de ello, José menciona que había otros indicios del rumbo que tomaba la Revolución, tales como las expropiaciones, la muerte de Camilo Cienfuegos y la encarcelación de Huber Matos. En aquel entonces, José se dedicaba a las actividades que tenían que ver con la repartición de panfletos anticastristas, la vigilancia y también participó en algunos pequeños actos de sabotaje.
Pasando la juventud en el exilio
Después del intento de desembarque fracasado en la Bahía de Cochinos en abril de 1961, la Seguridad del Estado fue a buscarlo a su casa. Hasta ese momento, su familia no sabía nada de su participación en actividades contra el Gobierno. “Inmediatamente empezó el proceso de sacarme de Cuba y en junio, solo un par de meses después de la invasión frustrada, mi papá logró ponerme en un buque de carga hacia Estados Unidos”. Allí lo recogió su hermano mayor, que había llegado unos meses antes y que entonces tenía diecisiete años. “Él y yo, uno de trece y otro de diecisiete años, empezamos la vida en Estados Unidos en ese momento”. Su salida se produjo en el marco de la Operación Peter Pan que logró exiliar a Estados Unidos unos 14 000 niños de las familias que se oponían al nuevo Gobierno durante los primeros años después de la Revolución. “El gran temor de nuestros padres era que nos iban a adoctrinar en el marxismo y en el leninismo. Además, se temía que se iban a llevar a algunos de estos muchachos a la Unión Soviética. También ya existía la organización Pioneros y otras que llevaban a los niños a recoger verduras al campo y demás. El Gobierno empezó una campaña bien organizada para separar a los niños de los padres”. En esta operación de rescate estuvo involucrada también la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) y la Iglesia católica.
La vida en el país nuevo no era fácil. “Tuvimos que enfrentar la vida siendo muy jóvenes. Todos estábamos en este período de entre diez y dieciséis años. Yo tuve la fortuna de poder hacerlo en el sur de Florida, pero muchos de estos muchachos terminaron en otros estados. El tiempo frío, con nieve… hasta que sus padres pudieron reunirse con ellos. En mi caso, tristemente, yo nunca me pude reunir con mi papá”. En lo que se refiere a la despedida de su papá, dice que no tiene recuerdos tal vez porque bloqueó mentalmente todo este periodo de vida. Además, la salida se produjo en secreto, o sea, no tuvo la oportunidad de despedirse ni de sus amigos. José sostiene que, según algunos estudios, este grupo de niños exiliados llegó a tener mucho éxito profesional gracias a las condiciones tan duras que tuvieron que enfrentar. Sin embargo, recuerda que muchos de ellos frecuentemente pasaban por problemas personales. “Porque crecimos solos y muchas veces sin el ambiente familiar”.
Debido a la situación económica bastante favorable de su familia, el choque que se produjo cuando llegó al nuevo país fue enorme. José tuvo que hacer diferentes trabajos para ganar dinero, lavaba platos en los restaurantes, trabajaba de camarero, repartía periódicos por la madrugada y recogía tomates los fines de semana. “Por muchos años después, cada vez que yo hacía una compra de cualquier cosa, mentalmente calculaba cuántas cestas de tomates requería esa compra”.
Primero vivían con su hermano en casa de una familia de unos conocidos cubanos. Posteriormente, alquilaron una casa en muy mal estado y esta se convirtió en una especie de refugio temporal para muchos de los jóvenes cubanos que llegaban a Miami, entre ellos su segundo hermano mayor. “Básicamente la casa se estaba cayendo. Yo no recuerdo lo que mis hermanos pagaban porque yo era el más joven y ellos se ocupaban de la renta y eso. Pero era una casa de madera, bien vieja, no tenía puerta ni ventanas, pero no había nada que robar”. Al principio, los hermanos Azel se entrenaban para enfrentar el Gobierno de Fidel Castro. “Tuvimos algún entrenamiento bélico. Hoy en día sabemos que estas actividades, casi en todos los casos, eran parte de un programa de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En el grupo de nosotros había dos entrenadores norteamericanos con quienes aprendíamos a tirar, defensa personal, el cómo funcionan los sistemas parlamentarios…”. Sin embargo, después del asesinato del presidente Kennedy, la ayuda norteamericana para este tipo de actividades prácticamente se interrumpió. Ello, aunado a la necesidad de trabajar, de empezar una nueva vida y los fracasos en la lucha contra Fidel Castro, hicieron que estas actividades cesaran definitivamente.
José Azel, un hombre de negocios
José empezó entonces a estudiar y en ello le ayudó su hermano mayor. “Básicamente teníamos una buena formación, teníamos buenos valores y mi hermano era muy emprendedor”. Sus dos hermanos, a pesar de haber estudiado uno Arquitectura y el otro Derecho, nunca pudieron ejercer y se dedicaron a trabajos menos cualificados. Al principio, estudiar le resultaba muy difícil. “La única clase que yo sabía de qué se trataba era matemática, porque el maestro hacía números en la pizarra. Las otras clases yo no tenía idea si era historia, si era geografía o qué es lo que era porque no entendía absolutamente nada”. Paralelamente a los estudios siguió trabajando, al igual que sus dos hermanos. José recuerda que no era fácil ser cubano en los Estados Unidos de aquel entonces. Había muchos enfrentamientos de los grupos de cubanos con los jóvenes norteamericanos, quienes se mostraban frecuentemente muy ignorantes. “Nos decían que por qué no regresábamos a Cuba, que por qué no cogíamos un carro, es decir, no entendían que era una isla. Siempre existían este tipo de choques. Pero yo no lo recuerdo como algo triste. Lo recuerdo como parte de la experiencia que nos forma en la vida”. Más tarde, José hizo una maestría en Administración de Empresas y posteriormente un doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Miami. De esta manera siguió el consejo que le dio su papá, quien resaltaba la importancia de la educación. “Recuerdo las palabras de él: ‚estudia, porque el conocimiento es la única cosa que nadie te puede quitar‘”.
Acabados sus estudios, logró montar varios negocios que le permitieron retirarse ya alrededor de sus 45 años. Gracias al éxito económico que alcanzó con estos pudo regresar a la Universidad de Miami y dedicarse a Estudios Cubanos. Allí retomó el activismo y tuvo la oportunidad de testificar ante el Congreso norteamericano y participar en unas conferencias sobre los asuntos cubanos. “Pude continuar a nivel académico con esta lucha”. Al mismo tiempo se dedica a formar a los jóvenes disidentes cubanos que llegan a Estados Unidos, enseñándoles sobre las instituciones democráticas y el libre mercado. Se define a sí mismo como un liberal clásico, defensor constante de las libertades individuales y de un gobierno pequeño que poco se involucre en la vida de las personas.
„Hoy me considero puramente cubano-americano“
Publicó varios libros en los cuales reflexiona sobre el pasado y el futuro de Cuba, escribe columnas para periódicos y, entre otras cosas, publicó un libro de poemas. Se califica como un exiliado político y no piensa en regresar a Cuba hasta que se produzca un cambio. “Me hice ciudadano norteamericano y tengo gran amor por los Estados Unidos. Hoy me considero puramente cubano-americano. Es decir, tengo dos patrias, pero sigo reteniendo mis raíces cubanas, es parte de mi identidad y parte de lo que ha sido una lucha muy larga. En ningún momento he pensado en simplemente ignorar esta parte de mi historia y abrazar otra cultura. Al contrario, siempre he estado muy identificado con todo lo que es la lucha contra el Gobierno de los Castro, contra el comunismo, en contra de todo tipo de totalitarismo”. En lo que se refiere al futuro de Cuba, no se siente optimista. Sostiene que puede haber un cambio. Sin embargo, la generación que debería levantar a la nación se ve afectada por el sistema totalitario y no tiene gran noción sobre lo que es la democracia y el libre mercado. “Sin estos valores es muy difícil construir una sociedad libre y próspera”.
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